lunes, 24 de junio de 2013

Nuestra personal crisis española

Cada vez hay más personas en España pasando hambre, sin agua, luz, gas... 

Personas que, aunque quisieran, no pueden contar con sus familiares por diversas razones que no vienen al caso, aunque la mayoría se resume en que están igual que ellos.

La depresión es contagiosa y pocas personas se mantienen en un equilibrio espiritual digno de admiración.

La población que aún no siente la crisis está tan acomodada en sus casas que poco les importa la situación en la que se encuentra el resto de la población.

Las clases más afectadas se vuelven apáticos, decidiendo luchar por ellos e ignorar a esas personas que poco a poco se van viendo como ellos.

Estos días estamos en fiestas, y, mientras unos celebran, otros hacen una profundización en su interior intentando comprender lo que nunca pudieron.

Y es que es muy fácil decir que estamos en crisis, que todo va mal, pero es muy difícil intentar comprender como se sienten esas personas cuyo castigo se reduce a seguir despertando por las mañanas.

Personas que perdieron las ganas de vivir, la fe en la humanidad, se refugian en campos o drogas para que ese día a día sea más llevadero.

Personas que perdieron la fe en un mundo egoísta en el que impera el valor monetario y no la gente. 

Por otro lado encontramos a los que creen que la caridad es mala. Y yo les pregunto: aquellos que se han visto arrastrados a esta situación, que sólo desean morir, no hablan ya de caridad. Hablan de la posibilidad de subsistir con un pedazo de tierra, ganándose el pan con el sudor de su frente. Y ayudarles no es caridad, es solidaridad.

Tristeza me dan los que piensan en caridad, pues si esto sigue así, dentro de poco les va a tocar vivir todo esto en primera persona, y entonces no quedará nadie que pueda ayudarles a ellos.

Ya lo dijo un alemán en la época nazi: primero vinieron a por los judíos, y no hice nada porque yo no lo era (...) finalmente vinieron a por mi, pero ya no quedaba nadie a quien pedir ayuda.

Y así, con esperanzas perdidas, pero con ganas de vivir, se persigue el equilibrio espiritual, pues es algo que si logras conseguir, nadie te podrá quitar. 

A todas las personas que se identifican con estas líneas, no estáis solos, cada vez somos más. Un abrazo muy grande a los verdaderos luchadores de esta sangría. 

Pensad que a lo mejor en otra vida fuimos como ellos, y ahora es necesario aprender esta última lección de la vida. Vive intensamente, disfruta de tus logros, ayuda cuando puedas y acepta la ayuda cuando debas. 

Caminemos a la vez en esta nueva etapa del despertar interior y no dejéis que vuestra mente se pierda entre tanto dolor personal diario. 










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